Puntuado el examen final de Imagen Corporativa, cuyas notas
provisionales encontrarán los interesados tanto aquí como más desarrolladas en
el cartel de anuncios de Mahonías, constato que las notas siguen un patrón muy
marcado, tanto entre el grupo 2 y el grupo 3, como con en relación con el curso
de 2011, que es cuando inicié la actual metodología de
evaluación. Ahí va la gráfica.
NP | Suspenso | Aprobado | Notable | Sobresaliente | |
2012 | 5% | 15% | 26% | 30% | 24% |
2012b | 6% | 12% | 25% | 33% | 24% |
2011 | 3% | 11% | 35% | 28% | 23% |
Como profesor, esta estabilidad me tranquiliza;
señal de que la evaluación sigue unos criterios objetivos, algo no siempre
fácil cuando el tema a juzgar es la calidad de unos diseños. Este año el examen
final consistía en la elaboración de una tarjeta corporativa de acuerdo a las
instrucciones dadas en clase y, para mayor comodidad de alumnos absentistas,
también en el blog.
El primer punto es constatar que un porcentaje
abrumador de alumnos NO LEE los briefings.
Si uno tuviera que aplicar aquellas facetas del encargo consideradas
obligatorias, suspendería a la mitad de los alumnos. En segundo lugar, señalar
que el diseño de una tarjeta, un espacio mínimo donde tienen que convivir una
funcionalidad clara, información y cierta armonía y originalidad visual, es un
encargo extremadamente difícil.
Para su valoración alteré la distribución usual
de puntos al objeto de primar los aspectos relativos a funcionalidad y
equilibrio formal, que quedó del siguiente modo.
Proyección
del mensaje, 1,5 puntos a tenor de Muy incompleto (0), incompleto (0.5),
completo (1), muy completo y adecuado al caso (1,5). La pregunta clave aquí es “para qué sirve una
tarjeta de presentación”. La respuesta es para facilitar el acceso de una
manera rápida a una serie de datos que se consideran vitales, básicamente:
- - Qué empresa y de qué sector
- - Nombre del fulano
- - Cargo
- - Manera de contactar con él
- - Otra información relevante
Muchos alumnos no han concedido atención al primer aspecto, citan el nombre de la
empresa pero no explican de qué va (naturalmente, he penalizado esta carencia
informativa). Otros errores típicos son la utilización de emails privados o
ignorar la web corporativa, especialmente punible cuando, por ejemplo, la
tarjeta versaba sobre un desarrollador web o una empresa sectorialmente muy
vinculada a internet. Mención especial a los que han utilizado códigos QR. He
valorado la inclusión de QR cuando esta seguía una lógica o buscaba una
integración con el todo. Por el contrario, he penalizado los QR cuando
sustituían elementos informativos relevantes. Me parece caer en el diseño para
gilipollas sustituir una url primaria, sonora y efectiva, por un cuadro feo,
que ocupa más y que dice menos y que encima precisa un decodificador no siempre
disponible. Esto es pura aplicación de la navaja de Okham. Non entia sunt
multiplicanda. La puntuación media en
este apartado fue de 0,6 puntos.
Elementos formales del diseño. Difícil cuestión.
Aquí se incluyen aspectos altamente subjetivos como las gamas cromáticas, con
otros más técnicos como los alineamientos, centrados, espacios en blanco,
distribución racional de los diversos bloques informativos, buena aplicación
del espaciado (en función de los cuerpos utilizados), legibilidad, etc… Especial
mención merece la inclusión de muchos elementos visuales en menoscabo de la
legibilidad, un error bastante común. Sin duda, la parte formal era la más
difícil de la prueba y estaba valorada en 2,5 puntos. La puntuación media en este apartado fue de 1.
La
tipografía “pesa” otros dos puntos en la valoración final. Si la tipografía
era ilegible y no aportaba nada al conjunto, 0; si cumplía su función pero
seguía sin aportar nada, 0,5. Si la tipografía además de cumplir su función se
convertía en un elemento diferenciador o facilitador de la comprensión de los
diversos bloques del texto, hasta 1,25. Si, además, la tipografía respondía a
respaldar una determinada proyección corporativa con éxito, 2. La puntuación media fue de 1.
La
creatividad. ¿Tiene un aire original la tarjeta?¿Llama positivamente la
atención?¿Se han dado soluciones ingeniosas y creativas a los retos planteados
en cada caso? Admito que en buena medida el resultado final depende aquí de la
experiencia y gustos de uno. En este caso, los alumnos deben confiar en que el
profesor atesora la experiencia suficiente como para saber validar eso. A
menudo, tarjetas muy creativas han obtenido una elevada nota en este parámetro
en detrimento de la legibilidad y funcionalidad general, y al revés, tarjetas
muy de sota, caballo y rey, poco creativas, han triunfado (relativamente). Para
tratar de ponderar esta situación he utilizado el parámetro K, que igualmente
valida la maestría en el manejo de las herramientas. Simplemente, con K trataba
de compensar aquellos trabajos más “abnegados” y que habían apostado por una
vía más creativa, frente a los más simplones y menos creativos. La creatividad
pesaba otros 1,5 puntos (la media estuvo en 0,6) y K otros 1,5 (la media, 0,7).
Por último, la aplicabilidad. En otros frentes del diseño la aplicabilidad es
vital. Que sea escalable, fácilmente reproducible, aplicable a diversos
formatos me parece realmente importante. No obstante, en una tarjeta la
aplicabilidad del diseño tiene más que ver con la funcionalidad y a su vez con
la proyección del mensaje. Es por eso que he valorado solo con un punto este
parámetro. La media ha estado en 0,5.
Postsriptum...
No me queda sino desear mucha suerte a la
séptima promoción de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad de
Valladolid. Como siempre ha sido un placer y me voy con la sensación de haber
aprendido yo más de ellos que ellos de mí. Para compensarlo, que sepan que
estoy a la plena disposición de mis exalumnos. Si necesitan un consejo, un
punto de vista en el que mi opinión pueda aportar algo, cualquier cosa, no
duden en contactar conmigo.
Son tiempos difíciles. He intentado en lo posible
ahondar en aquellos aspectos de la comunicación corporativa más demandados en
el mercado laboral (marketing digital, diseño web, analítica y SEO), aún
apartándome un tanto del programa previsto. También son tiempos difíciles para
la comunidad universitaria, y acaso el año que viene uno no tenga el gusto de impartir
docencia. Si tal pasa, agradecer a mis alumnos lo mucho que he aprendido
dándoles clases y algo todavía más importante, las inyecciones recibidas de frescura,
energía, creatividad, vitalidad y ganas de vivir propias de la juventud. Si no
doy clase, mi capacidad profesional se verá afectada, pues la universidad me
obligaba a mantenerme formado en mi sector; sin embargo, esta merma no será
nada comparada al batacazo vital de no poder compartir con gente joven y
creativa ni que sea tres horas de diálogo a la semana. En cualquier caso, quedo
muy agradecido por estos tres años de docencia. Hasta siempre y ha sido un
placer.